A la postre es menester que triunfe la muerte, porque le pertenecemos por el hecho mismo de nuestro nacimiento, y no hace sino jugar con su presa antes de devorarla. Así es como seguimos el curso de nuestra vida con extraordinario interés, con mil cuidados y precauciones mil, todo el mayor tiempo posible, como se sopla una pompa de jabón, empeñándose en inflarla lo más que se pueda y durante el más largo tiempo, a pesar de la certidumbre de que ha de concluir por estallar.