debida a un padre anciano, ni el amor mutuo que debía hacer dichosa a Penélope, pudieron vencer el ardiente deseo que yo sentía de conocer el mundo y las costumbres y los usos de los humanos, y así, me lancé por el abierto mar sólo con un navío y con los pocos compañeros que nunca me abandonaron [...] «¡Oh, hermanos, no os neguéis a conocer el mundo inhabitado que se encuentra siguiendo el curso del Sol! Pensad en vuestro origen: no habéis nacido para vivir como brutos, sino para alcanzar la virtud y la ciencia.» Con esta corta arenga infundí en mis compañeros tal deseo de continuar el viaje, que apenas los hubiera podido detener después154 155.