Al primer vistazo, los doce hombres que están sentados alrededor de la mesa parecen bastante ordinarios. Hombres de éxito, a juzgar por su ropa discretamente costosa. La mayoría estará en los últimos años de los cincuenta o los primeros de los sesenta, y todos tienen el tipo de rostro que uno olvida de inmediato. Sin embargo, hay en ellos una vigilancia imperturbable que no es para nada ordinaria