Fantasmagoría
El fantasma tiene la misma forma de morderse los labios que tenías tú, y esa manía de pintárselos en el coche, como si el viaje fuera el mejor espejo. Usa el mismo rouge que tanto te gustaba, ese de guindas maduras que recuerda vagamente a un coágulo. El fantasma es amigo de los sujetadores con relleno y las medias de cristal. No da pena, no parece perdido, parlotea a mi lado sin darme tregua, cada mañana me cuenta como hacías tú las noches de sábado en baños de bar, en asientos traseros de coches aparcados en avenidas céntricas. El fantasma no tiene dos dedos de frente, igual que te pasaba a ti. No sabe, el pobre, que es un fantasma. No tiene ni idea de que ya no eres tú.