En abril de ese mismo año, Patricio Aylwin instruyó a su ministro Secretario General de Gobierno, Enrique Correa, que organizara el traslado de los restos mortales del presidente Allende al Cementerio General, en Santiago, con la finalidad de realizar el funeral que correspondía al rango y dignidad de presidente de la República, como era de plena justicia hacerlo. Este sería el segundo funeral de Salvador Allende.