No me importa, me da lo mismo, lo veo muy cerca, las gárgolas que son águilas, la aguja de acero inoxidable que se eleva hacia la noche, la corona, las luces de las ventanas encendidas aquí y allá, la sensación de soledad que me transmite porque yo creo que no hay nadie en todo ese edificio de 77 pisos, como también lo creo de los rascacielos negros, rojos, blancos, que me rodean con las ventanas igualmente iluminadas desde hace varios días pero sin una sola persona enmarcada, ninguna silueta en escorzo, solo por encima de ellas los viejos y oxidados depósitos de agua de las azoteas que dan aún más sensación si cabe de soledad, incluso de aparente abandono.