En primer lugar, el hombre adquiere el conocimiento, que es conocimiento de sí mismo. Luego obtiene la sabiduría, que es el reflejo de ese conocimiento. Luego obtiene la comprensión, que es la capacidad de actuar sobre la base de la sabiduría. Con la comprensión viene la conciencia de la propia libertad (que te libera de la ignorancia) o, en otras palabras, el libre albedrío. Pero la libertad funciona siempre bajo una ley: la ley de la justicia. Eso significa que soy libre de darte una bofetada, pero a continuación se me aplicará la justicia: mis acciones tendrán una recompensa o un castigo. En consecuencia, debo velar por la igualdad, pues todos los hombres han sido creados iguales. Actuando con igualdad los unos hacia los otros fomentamos la libertad, la justicia y la igualdad, que son las Joyas de la cuarta a la sexta.
Todas esas cosas forjan el carácter de un hombre. Y, después de conseguirlas, este puede dedicarse a conseguir comida, ropa y cobijo, que también tienen significados tanto físicos como espirituales. Cómo no, la comida es alimento, el cobijo es un hogar y la ropa es protección; pero la comida espiritual es el alimento del árbol de la vida: sabiduría, ciencia e historia, alimento para la mente. La ropa espiritual es la forma en que uno se comporta: cómo camina, cómo se mueve y habla. Si uno se viste de forma virtuosa, incluso la ropa más desaliñada tendrá dignidad. Y el refugio espiritual es la protección de la mente contra los elementos malignos del ambiente: las mentiras y la corrupción del mundo exterior. Así pues, si uno tiene esas tres Joyas, su casa será como la de un rey aunque viva en una choza.