Alaine Agirre

«Debí de emplear tres años en escribir aquel libro. No podía hablar de él porque la menor intrusión en el libro, la menor opinión «objetiva» habría borrado todo de ese libro. Otra escritura, corregida, habría destruido la escritura del libro y mi propio conocimiento del libro. Esa ilusión que tenemos —y que es justa— de ser la única persona que ha escrito lo que hemos escrito, sea nulo o maravilloso».
—Marguerite Duras

emborrachándome con la música, y escuchando al vino, mientras el humo del cigarrillo me entra por las orejas hasta el cerebro, y a veces el humo es pura niebla, pero otras veces toma forma de idea. Pero ahora mismo no puedo escribir,

Hoy he despertado sola. A una pesadilla.

sin pensar que ya no es X quien me abraza sino un cadáver que empieza a descomponerse; sin pensar que tendré que decírselo a su madre, o llamar a una ambulancia, o a quien haya que llamar en estos casos,

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Se lo han llevado. Me lo han arrancado de los brazos. Mientras mi madre tiraba de mí y dos desconocidos tiraban de X. Yo no quería soltarlo. Me lo han quitado.

Y aun así, no hay en mi armario un negro suficientemente negro para mostrar esta tristeza que me está matando.

Y entonces me doy cuenta de que esas gotas de sangre han venido para decirme que ya nunca podré ser la madre del niño de X.

Se sienta a mi lado y se queda ahí hasta que me quedo dormida. Mi madre. A mi lado.

Estoy en la cama, pero X no está.

, quedándome dormida entre sus fotos, escuchando la música que oíamos juntos hasta que el disco se rayara de tanto girar, leyendo los libros que él leyó para hacer mías las historias que un día ocuparon su mente