Sin embargo, como ocurre con casi todos los intentos de incluir diversidad (por increíble que parezca incluir a una mujer como cuota de diversidad) en una institución, ello provocó resistencia y sospechas de que candidatas no cualificadas fueran promocionadas solo por ser mujeres.
Ardern era el antídoto perfecto para esa preocupación. Era joven y funcionaría bien como rostro nuevo de los laboristas, pero también contaba con el respeto de los sindicatos.