De vez en cuando echaba una mirada hacia el muchacho: ojos comunes, en una cara cuadrada. Tenía una cicatriz vertical sobre un ojo y otra en el mentón. Pero eran los ojos los que llamaban la atención del chico; ojos grandes, hundidos y de párpados pesados. El hombre los entornaba como para evitar el humo del cigarrillo, aunque no estaba fumando.