Lucía Lorenzo

Los museos son algo más que simples lugares físicos diseñados para albergar colecciones. Su finalidad es configurar la memoria y la identidad.

No representan historias completas —ni pueden hacerlo—, pero los relatos sintetizados que proponen contienen a menudo los aspectos de la identidad, nacional o de otro tipo, más preciados y controvertidos.

Los museos son algo más que simples lugares físicos diseñados para albergar colecciones. Su finalidad es configurar la memoria y la identidad. No representan historias completas —ni pueden hacerlo—, pero los relatos sintetizados que proponen contienen a menudo los aspectos de la identidad, nacional o de otro tipo, más preciados y controvertidos.

Un museo es un lugar al que podemos acudir para descubrir y contar historias sobre nosotros mismos y sobre los demás. No es el único hogar del conocimiento, pero es el que muchas veces ostenta un currículum nacional de identidad, que otorga preferencia a las narrativas predominantes y mayoritarias. Ninguna de estas historias está en el museo por accidente. Alguien ha elegido cada objeto expuesto, lo ha categorizado y colocado en un pedestal o tras una mampara de cristal. Alguien ha escrito las cartelas. Quizá habéis estado involucrados en uno o varios de estos procesos; quizá no. Tal vez creéis que ya dedicáis suficiente tiempo a pensar de manera crítica sobre cualquier otra cuestión, y para vosotros un museo debiera ser un lugar donde simplemente se puede ir a mirar cosas bonitas. Pero aun así hay que recordar que, por invisibles que sean, siempre hay personas que os dirigen en ese espacio, que dan forma a vuestra interpretación y que eligen qué miráis y cómo.

quiero que seáis conscientes de cómo os han enseñado a mirar las imágenes. Incluso si nunca habéis aprendido formalmente a realizar un análisis visual, es algo que habéis absorbido del mundo en general por medio del arte y del cine, de los programas de televisión, de los anuncios, de Instagram, de lo que sea. Vuestros gustos personales tienen valor, pero son también un producto cultural: siempre estarán informados por lo que veis a vuestro alrededor, por lo que os resulta familiar, por lo que les gusta a vuestros iguales. Se ve afectado por historias del arte, por el diseño, por la sociedad, y está concebido por las instituciones —museos— que narran esa historia.

Usamos nuestros objetos para interactuar con el mundo, y poseen un significado más allá de sus límites y funciones materiales. Proyectamos nuestros deseos y creencias en estas piezas, y hacemos que encajen o respalden nuestras opiniones.

Todo arte es político. Todo lo que alberga un museo es político, porque está determinado por las políticas del mundo que lo creó. Si uno no advierte los criterios y objetivos que hay en juego, eso no quiere decir que no estén ahí: tal vez simplemente se parezcan mucho a los vuestros y os resulten naturales. Ahora mismo, sin embargo, parece que, en su afán de «neutralidad» (donde neutralidad no significa más que statu quo), los museos corren cada vez más el riesgo de perder su relevancia en la sociedad contemporánea y política.

Como visitantes de museos comprometidos, vuestra tarea es recordar que un museo es una caja con objetos que han sido colocados allí por un coleccionista o por un grupo de coleccionistas, y que se presentan como algo completo; así que debéis preguntaros: ¿qué falta? ¿A través de qué ojos estamos mirando la historia? ¿Cómo se ha ido moldeando y recortando esta historia hasta transformarla en un relato?

Museum Detox y el Museum as Muck

Los primeros museos son fundamentalmente vitrinas con trofeos, estancias con objetos preciados, y este principio básico se mantiene en todos ellos. Los museos «preservan» cosas: describimos los objetos que valoramos como «dignos de estar en un museo» o como «obras de arte».