Por cierto, ¿debería haber traído las llaves de mi coche para abrir el maletero?
Me aparté y lo miré a los ojos. Tenía la boca abierta, pero no podía hablar. Era como si su cerebro se hubiera reiniciado.
—¿Qué?
—¿Debería haber traído las llaves? —pregunté de nuevo, sosteniendo la broma lo más que pude.
Me reí.
—¿Quién está haciendo bromas ahora? —bromeó Cali.