La mirada del terapeuta y su intervención van a estar siempre condicionadas por su clase, su género, su raza y, en general, toda su posición epistémica. Por mucho que el terapeuta trabaje a fondo para deconstruirse y ponerse al servicio del sujeto como instrumento para que este construya una narrativa nueva, siempre existe el riesgo de que acabe imponiendo la propia