ca con adornos azules claros y oscuros. Sobre la lata, en elegantes letras doradas, se leía: «Macarons Marie».
—¿Pasa algo? —preguntó el seleccionador.
Twelve sacudió la cabeza.
—No, señor —respondió. Le pareció que no procedía contarle que hacía doce años la habían encontrado en una caja de galletas exactamente igual que aquella, y que la coincidencia le parecía dolorosamente significativa.
—Coge una galleta de la caja —dijo el seleccionador y, con un gesto elegante y rapidísimo, apartó la tapa lo justo para que Twelve pudiera meter la mano.
Ella actuó sin pensar, alargó los dedos y los introdujo entre los bordes de la caja, buscando una de las