Una de las principales ventajas de la historia ambiental es que se trata de un pasado y presente tangibles, lo que la convierte en una notable herramienta para comprender la sociedad.3 La historia ambiental puede atraer a una amplia variedad de estudiantes precisamente porque proporciona un enfoque expansivo y creativo que se basa en el mundo material que los alumnos observan cambiar frente a sus ojos. Reconocer las fuerzas geológicas, los fenómenos climatológicos y otros organismos en nuestras reconstrucciones del pasado humano proporcionará una imagen más completa de cómo, cuándo y por qué los humanos han podido contar sus propias historias y forjar sus propias sociedades anidadas y conformadas por restricciones y posibilidades ambientales.
Los humanistas han pasado décadas contextualizando y explicando las variadas experiencias humanas a través de divisiones raciales, étnicas, de clase, de género, generacionales y educativas, pero podemos hacer más. Descuidar los temas ambientales ya no es éticamente razonable. Dejar al medioambiente fuera de la historia es imaginar que los humanos viven en un mundo diferente, lo que podría ser un ejercicio apropiado para el futuro, pero no le hace justicia al pasado. Todavía queda por verse si nos dirigimos o no a un “giro” ambiental o no humano que cambie la investigación teórica sustantiva a la par con el “giro cultural” de las décadas de los ochenta y noventa.4 No obstante, el cambio de atención e interés hacia las relaciones entre los seres humanos y no humanos capta la creciente preocupación desde varias direcciones.