Conor llegó a la conclusión de que odiaba a Dios casi tanto como a los ingleses, y fue el odio lo único que le permitió cumplir con su promesa.
Abigail Herreracompartió una citahace 2 años
Conor tuvo la terrible sensación de que había tirado por la borda su única oportunidad de tocar el cielo con las manos.
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—Olivia, ya le he dicho —dijo él mirándola— que soy un hombre herido.
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Era demasiado tarde para nada más. Simplemente era demasiado tarde.
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Ella le regaló una de aquellas impresionantes sonrisas que siempre lo pillaban desprevenido.
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La decente, remilgada y estirada Olivia.
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Años de voluntad y disciplina, años de rígido control y emociones fuertemente contenidas, todo casi hecho trizas por un beso.
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Toda una vida luchando para mantener sus pasiones a raya, una vida entera reprimiendo el odio y el amor y el miedo que rabiaban dentro de él, una vida entera tragándose el orgullo y bajando los ojos pretendiendo indiferencia.
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Unos pocos encuentros más con Olivia en camisón y estaba seguro de que, en efecto, moriría.
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Hacía mucho tiempo que nadie necesitaba a Conor Branigan, que nadie buscaba su consuelo.
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