Valeria Correa Fiz

La emoción contenida de quien cree que la vulgaridad diaria puede transformarse en portento.

Se pueden trazar cartografías de los lugares pero el corazón de la gente, oh, that’s completely different

¿Qué es un fantasma futuro?, había insistido aquella noche en la piecita. Porque Liza creía que el poema de Alfredo hacía referencia a algún mito de la tradición argentina pero no. Era puro presagio, Daniel ahora lo entendía. Porque, ¿quién sino ellos, los poetas disidentes que luchaban por la revolución, eran los fantasmas futuros que se agitaban en el brocal de la puta noche?

¿Cuándo, realmente cuándo habías dejado de ser un niño? ¿Cuándo habías perdido la curiosidad? ¿Cuándo, cada emoción era una versión diluida de las emociones precedentes?

era tan fácil herir con la ternura como con cualquier otra cosa.

¿Por qué uno ama tanto cuando dice adiós?

Pero ahora que soy un viejo me doy cuenta de que la certidumbre ciega de ser hombre y solo hombre nos hermana más con la bestia que la duda constante y casi insoportable sobre nuestra propia condición.

Soportaré la lluvia tercamente
afianzado en el barro de mí mismo.

Había algo íntimo y extraño, de queja en ese ruido, como si la madera recordara el bosque al que había pertenecido.

Era el momento del día en que el abuelo se hacía más viejo tan cerca de los jazmines.