Gilbert Keith Chesterton

Era un hombre sincero, y, a pesar de sus gracias y aires superficiales, en el fondo era muy humilde. Y ya se sabe: los humildes siempre hablan mucho; los orgullosos se vigilan siempre de muy cerca.

Procedía de una familia de extravagantes, cuyos más antiguos miembros habían participado siempre de las opiniones más nuevas. Uno de sus tíos acostumbraba a salir a la calle sin sombrero, y el otro había fracasado en el intento de no llevar más que un sombrero por único vestido

Alfonso Reyes, uno de sus primeros valedores y traductores al español, nos aclaraba: «En apariencia, Chesterton es un paradojista. Pero, a poco de leerlo, descubrimos que disimula, bajo el brillo de la paradoja, toda una filosofía sistemática.