Mariana Enríquez

sentía que la furia le llenaba los ojos de lágrimas.

Estuve leyendo a Ramon Llull y dice exactamente lo mismo sobre la alquimia: para hacer oro es preciso, primero, tener oro. No se hace nada de la nada.

«Mamá, por terca te van a matar y te voy a encontrar muerta yo y espero que tengas plata ahorrada para mi terapia porque de la mía no gasto».

Podés abusar de tu poder con todos los demás, le grité, pero no conmigo. Pasó la noche del otro lado de la puerta de mi habitación, pidiendo perdón. Es lo que hace cualquier hombre violento, le dije, pedir perdón.

Entiendo y siempre entendí que la Orden tiene que tocar los extremos para obtener conocimiento y que, en muchos casos, eso implica olvidar el afecto o abrazar la locura

«Siempre va a haber estrellas sobre este lugar. Aunque la casa que amamos y la calle que amamos esté perdida.»

Los crímenes de la dictadura eran muy útiles para la Orden, proveían de cuerpos, de coartadas y de corrientes de dolor y miedo, emociones que resultaban útiles para manipular.

Algunos saben cómo tender un hilo y escapar. El que llega demasiado lejos, llega sabiendo el precio.

Mirá, es una cuestión de supervivencia: una persona que no sabe cocinar ni manejar ni armar un porro no es totalmente libre.

Hoy me dio tristeza, sufrí tres tipos de miedo, acrecentados por un hecho irreversible: ya no soy joven.

ADÉLIA PRADO