que a veces llevaba. También olía a hojas, enredaderas, mangos podridos junto al Omi-Ala, la arena de las orillas del río, e incluso al agua misma. Olía a plataneros y árboles de guayaba, al polvo del harmatán, a ropa tirada en el basurero enorme detrás de la tienda del sastre, a restos de carne del matadero al descubierto, a sobras de cosas devoradas por los buitres, a condones usados del motel La Room, a aguas residuales y porquería, a semen de las eyaculaciones que derramaba sobre sí mismo cada vez que se masturbaba, a fluidos vaginales, a mocos secos