Ishmael Beah

Sus susurros, los gritos de los niños buscando a los padres perdidos y cansados de caminar, y los aullidos de los bebés hambrientos, sustituían los sonidos nocturnos de grillos y pájaros.

No había luna; el ambiente era tenso, como si la propia naturaleza tuviera miedo de lo que sucedía.

El corazón me latía más rápido que nunca. Los tiros parecían acoplarse a los latidos de mi corazón.

Estábamos tan hambrientos que nos dolía al beber agua y teníamos calambres en las tripas. Era como si algo nos devorara el interior del estómago.

Me alegraba de ver otras caras y al mismo tiempo estaba desilusionado porque la guerra había destruido el placer de la experiencia de conocer gente. Ya ni siquiera se podía confiar en un niño de doce años.

Las circunstancias cambiarán y todo se arreglará, solo tienes que aguantar un poco más

Nuestra inocencia se había tornado en miedo y nos habíamos vuelto monstruos. No podíamos hacer nada por evitarlo.

Ojalá yo fuera ese hombre. Es tan feliz y está tan contento con su vida...

Una de las cosas inquietantes de mi viaje, mental, física y emocionalmente, era que no estaba seguro de cuándo o dónde acabaría. No sabía lo que iba a hacer con mi vida. Tenía la sensación de estar empezando una y otra vez.

Era como si todos supiéramos que solo podíamos ser felices un ratito