Graham Greene escribió que siempre hay un momento en la infancia en el que se abre una puerta y deja entrar al futuro. De todos los aprendizajes que va haciendo mi hija, el del tiempo es el más complicado, una pista resbaladiza que atraviesa a tientas, con mucha lentitud. La palabra «ayer» le sirve para englobar el campo abierto que va desde lo que sucedió hace diez minutos hasta el momento mismo de su nacimiento. Cuando dice ayer dice hace un mes, dice hace un año, dice hoy: la novela de su vida no es lineal, está atravesada por flashbacks, ribeteada de líneas que se cruzan, se pisan, se contaminan.