El malestar de CeCe era como un globo demasiado hinchado que no quería esconder, pero tampoco tocarlo, por miedo a que explotara, sabe Dios con qué consecuencias. La ahogaba, le cerraba la garganta, le impedía respirar. No podía canalizarlo con el deporte, como Roberta, ni tampoco tenía la aguda inteligencia de Katie para trazar un plan, fuera el que fuese. A CeCe no le quedaba otra que sufrir.