Prostituido en aras de los espurios intereses de los poderosos, el mensaje de Cristo, que había expulsado a los ladrones del templo de Jerusalén, se rendía ahora ante sus herederos. Oculto tras la pompa y el oropel de la liturgia, su potencial para convertir los corazones por medio de la caridad se deshacía. La verdad del pobre carpintero de Nazaret, que debía hacer libres a los hombres, los animaba ahora a aceptar la esclavitud; su palabra, que había de despertar los espíritus, los adormecía. Los servidores de Dios servían ahora al César