Deslizó las suyas bajo el culo de Cal, urgiéndole, dándole permiso para usarle. Quería todo lo que Cal quisiera darle.
Quería que Cal lo disfrutara.
Que quisiera repetir.
Percy le dio todo lo que pudo, adorando cada lamida, cómo Cal seguía acariciándole el pelo con suavidad, cómo se iba quedando sin aliento a medida que su orgasmo se acercaba.
Intentó salirse de su boca sin mucho éxito y Percy gruñó de placer alrededor de su palpitante polla.
Arremetiendo una última vez, Cal gimió de forma atronadora, su polla palpitando en el interior de la boca de Percy, donde hilos de semen iban disparando contra su lengua. Se lo tragó todo y siguió acunándole en sus labios hasta que el orgasmo pasó. Al final, sin muchas ganas, lo dejó escapar con un ¡pop!
Cal temblaba, sus manos en la colcha, moviéndose nerviosas, las pupilas dilatadas, sus mejillas ruborizadas. Tenía una expresión soñadora y los labios entreabiertos cargados de palabras mudas. Su mirada se deslizó hasta la durísima polla de Percy.
Le miraba con una curiosidad tremenda y con inseguridad. Percy se puso en pie y se agarró la polla. Empezó a acariciarse con suavidad y, guiñando un ojo a Cal, le dijo:
—Si quieres, puedo continuar con esto en el baño…
—¿O? —contestó Cal con su clásico levantamiento de ceja.
—O puedes tumbarte y mirarme mientras me doy placer.
—¿Podría sugerir una tercera alternativa? —preguntó Cal mientras cambiaba de posición en la cama y se ponía de lado. Dio unos golpecitos para que Percy se pusiera con él.
Percy se tumbó en la fría colcha y las costuras de esta le acariciaron las costillas, la cadera y la rodilla mientras la figurita del T-rex se le clavaba en el hombro. La metió bajo la almohada y volvió a agarrarse la polla y, a duras penas, se contuvo de bombear en su mano.