Este aumento de la carga autorrestrictiva puede suponer una dificultad aún mayor para las personas en situación de pobreza, que, según indican los estudios, son más propensas al agotamiento del ego que el resto de la población. Ello se debe principalmente a la cantidad de decisiones y soluciones de compromiso que deben adoptar a diario y que no se les plantean a las personas que viven por encima de cierto umbral de pobreza.20 Diógenes llamaba «minusválidos» no a los ciegos ni a los sordos, sino a los «pobres» que andaban sin morral;21 en la medida en que la pobreza implica un agotamiento más rápido de la fuerza de voluntad, no andaba muy errado. Lo que esto viene a decir, en cualquier caso, es que los problemas de autorregulación causados por el superávit de información no son en absoluto exclusivos del «primer mundo». Y sus repercusiones son enormes para la consecución de fines sociales como la justicia y la igualdad. Si la primera «brecha digital» marginó a quienes no tenían acceso a la información, la brecha actual marginará a quienes sean incapaces de prestar atención.22