Nunca es malo conmigo, y tu estas siendo m-malo conmigo, y no me gusta cuando te r-ríes de mí.
La voz de James se quiebra, y es cuando miro hacia arriba. Me doy cuenta de que las lágrimas corren por sus mejillas.
—Oye—, le digo, alcanzándolo al cruzar la habitación—. Oye, oye.— Agarro sus hombros, me dejo caer sobre una rodilla.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué las lágrimas? ¿Qué pasó?
—Te vas—. Hipó James.