A veces, el Papa concedía bulas especiales a algunas escuelas de medicina, como la de Montpellier, en el Mediodía francés, pero los individuos sometidos eran criminales ejecutados o, en rarísimas ocasiones, criminales vivos, acaso condenados a muerte por vivisección. La tensión aumentó cuando las escuelas quisieron practicar la disección y la Iglesia se negó: la desorganización resultante fue un fiel reflejo de las incoherencias que se daban en la estructura de poder de la sociedad a medida que esta evolucionaba.