Ximena Ahuactzin Florescompartió una citahace 2 años
Ahora Rob se permitió pensar en cómo lo había salvado aquel hombre en Londres, siendo él un crío
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Lo que habían intercambiado no era amor; Rob lo sabía. Sin embargo, había sido tan buen sustituto del amor, que cuando las primeras luces agrisaron el cerúleo rostro, Rob J. lloró con amargura, y no únicamente por Henry Croft.
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El único epitafio que se le ocurrió sería fiel a Barber:
Carpe diem , «goza el momento». Sin embargo...
Entonces Rob sonrió
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Todo estaba intacto. Volvió a cargarlo en el carromato, se sentó en la hierba y comió.
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Entonces se dio cuenta de que era el heredero. Aquella era su yegua y aquel su carromato. Había heredado los instrumentos y las técnicas, las gastadas mantas de piel, las pelotas para juegos malabares y los trucos mágicos, el deslumbramiento y el humo
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Pero se colgó al cuello el cuerno
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Estaba esperando que ocurriera algo. Pero nada ocurría y pasado un tiempo, llegó a comprender que debía vivir su vida
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Todo fue como si siempre hubiese trabajado solo. La gente reunida ignoraba, que tendría que haber estado allí un hombre mayor para señalarle en qué momento poner principio y fin a los juegos malabares;
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Cuando Rob les cogía las manos, descubrió que había recuperado el don
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don estaba ahogado por el alcohol, y se había liberado con la abstinencia
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