La niña e Isa tenían el mismo tono de piel, el mismo cabello crespo, y a mí me quedó la sensación de que ese libro iba a desgastarse de tanto ser leído, porque para la niña sería como verse en un espejo: en cada lectura se encontraría otra vez con alguien que es como ella, su pelo, su piel, su abuelo, sus emociones, y tendrá, posiblemente, la sensación de compañía que resulta cuando uno descubre que no es la única persona en el mundo que está lidiando con ciertas cosas.