Analizando al detalle los hechos, uno vive prostituyéndose cotidianamente hasta con una sonrisa o un golpe de melena. Golpear estéticamente al interlocutor para obtener algo: que te atiendan antes en el mercado o en el banco. Comerciar con la propia atracción es algo que hacemos tan cotidianamente que ya no nos damos ni cuenta.