De hecho, son tan inaceptables estos instintos de destrucción que no siempre se hallan a mano de un estudio consciente de la persona. Y sin embargo, están de continuo pretendiendo expresarse y al final se ven liberados en la violencia de la guerra, en los placeres sádicos, en actos individuales de destrucción antisocial, y bajo determinadas circunstancias en la destrucción de uno mismo.