En fin, el principal beneficiario de la Conferencia de Berlín fue el rey Leopoldo II, que consiguió adueñarse de un amplio territorio (Estado Independiente del Congo) en el corazón de África, como propiedad individual o privada, y donde impuso un régimen de terror con un balance escalofriante durante los 20 años de la Administración leopoldiana (1885-1908): el 30 por ciento de la población de la cuenca del río Congo diezmado por los trabajos forzados