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Hermann Sudermann

Citas

Mariannacarocompartió una citael año pasado
—¿Amas a alguien?—me preguntó.

Yo me ruboricé y sacudí la cabeza.

—¿Cómo puedes entonces sentirlo en el fondo de tu corazón?

—Sin duda eso me ha caído del Cielo—respondí bajando los ojos hacia el suelo.—Pero, en todo caso, amaría de diferente manera que vosotros. No me sumiría en el desaliento, no huiría vergonzosamente como lo haces tú, diciendo: «¡Más vale así!» Pondría para vencerla, todo el ardor de mi alma, para conquistarla, toda la fuerza de mis brazos. La atraería hacia mi pecho y me la llevaría, ¡poco importa adónde! en la no
Mariannacarocompartió una citael año pasado
—¿Amas a alguien?—me preguntó.

Yo me ruboricé y sacudí la cabeza.

—¿Cómo puedes entonces sentirlo en el fondo de tu corazón?

—Sin duda eso me ha caído del Cielo—respondí bajando los ojos hacia el suelo.—Pero, en todo caso, amaría de diferente manera que vosotros. No me sumiría en el desaliento, no huiría vergonzosamente como lo haces tú, diciendo: «¡Más vale así!» Pondría para vencerla, todo el ardor de mi alma, para conquistarla, toda la fuerza de mis brazos. La atraería hacia mi pecho y me la llevaría, ¡poco importa adónde! en la noche, al fondo del desierto, si el sol se negaba a alumbrarnos, si ninguna casa quería darnos el abrigo de techo. Preferiría morir de hambre con ella a la orilla del camino, a implorar al mundo que quiere separarme de ella. Eso es lo que haría, Roberto, si me hallara en tu lugar, y, si estuviera en el lugar de Marta, me echaría a tu cuello riéndome y te diría: «Ven, mendigaré para ti si no tienes pan, te daré mi seno para reposar tu cabeza si no tienes cama, y bañaré tus heridas con mis lágrimas, sufriré mil muertes por ti, dando gracias a Dios, al Señor, de poder hacerlo. ¿Ves, Roberto? ¡así es cómo me represento el amor y no como no sé qué sentimiento mezclado, en el que entra el temor de una suegra y el horror de los intereses atrasados!»
Mariannacarocompartió una citael año pasado
Por qué no has aprendido a echarte a su cuello cantando, desde que vuelve a su casa y, con la sonrisa en los labios, a borrar con un beso las arrugas de su frente? Aún más, ¿por qué te faltan el orgullo y la fuerza? ¿Por qué no puedes decirle: «Refúgiate a mi lado; si tu corazón tiembla, en mí encontrarás nuevas fuerzas, velaré sobre ti y sostendré tus pasos.»

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Marifer Liconacompartió su opiniónhace 3 meses
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  • Hermann Sudermann
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