Cristian Arenós Rebolledo

  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    El edificio le habla más alto, y cuando vuelve a subir está sudando por debajo de su sonrisa.
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    Vive en una casa pequeña donde acaba la ciudad, donde ya hace tiempo empezó a construir una habitación adicional, hasta que los cimientos gritaron demasiado alto.
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    En su sueño oye que los cimientos le hablan con voz múltiple, murmurantes. Y cuando lo ve al fin, el cimiento en la tierra compacta y caliente, se despierta con arcadas y necesita un tiempo antes de saber que está en la cama, en su casa, y que el cimiento sigue hablando.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    No hay pánico en sus voces, nada salvo la desesperanzada paciencia de los muerto
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    es pesado, dicen, solo comemos arena, pero al final el hombre convence a los muertos para que salgan de su solipsismo durante unos pocos momentos y ellos levantan la mirada y cierran los ojos, todos a un tiempo, y emiten un zumbido, y le cuentan, es viejo, este muro fue construido sobre nosotros, y hay podredumbre a media altura en el lateral, y hay una grieta que se extenderá y los flancos se hundirán.
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    Cada casa está construida sobre ellos. Todo conforma un solo cimiento que sustenta la ciudad. Cada muro se apoya sobre los cadáveres que le susurran con la misma voz, las mismas caras, telas desgarradas y sangre reseca desde hace mucho tiempo, cuerpos destrozados cuyas partes han sido utilizadas para llenar los espacios entre los cuerpos, extremidades y cabezas colocados ordenadamente entre hombres hinchados por el gas que escupen polvo por sus cavidades, los muertos completos y los fragmentados, concatenados.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    Un denso líquido viscoso le lame los pies justo desde debajo del polvo. Oye el cimiento. Se da la vuelta y ahí está. Es más alto. Ha traspasado el suelo. Un muro de ladrillos hechos de hombres muertos que le llega hasta a los muslos, con los bordes y la parte superior bastante lisos. Incrustado por miles de ojos y bocas que se mueven mientras se acerca, vertiendo legañas y piel y arena.
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    Un denso líquido viscoso le lame los pies justo desde debajo del polvo. Oye el cimiento. Se da la vuelta y ahí está. Es más alto. Ha traspasado el suelo. Un muro de ladrillos hechos de hombres muertos que le llega hasta a los muslos, con los bordes y la parte superior bastante lisos. Incrustado por miles de ojos y bocas que se mueven mientras se acerca, vertiendo legañas y piel y arena.
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    No están allí para burlarse, ni para castigarlo, ni para darle una lección, ni para exigir venganza o derramamiento de sangre, no están enfurecidos ni agitados. Son los cimientos de todo cuanto hay a su alrededor. Sin ellos todo se desmoronaría. Lo han visto, le han enseñado a verlos, y no quieren nada de él.
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