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Lois Duncan

  • Dianela Villicaña Denacompartió una citael año pasado
    Ah, la casa de Brewer! —El hombre asintió al reconocerla—. Bueno, sí, sé dónde está. Es cierto que oí que una señora extranjera la había comprado. En verano subió a unos cuantos del pueblo para acondicionarla, para arreglar el tejado, los jardines y eso. Creo que ha contratado a la chica de Bob Culler, Natalie, para la cocina
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    Sigo sin entender por qué no puedo ir a Europa contigo y Dan. No os causaré problemas. Tengo dieciséis años. Puedo cuidarme sola
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    Ya le hemos dado mil vueltas. Sé que tu situación familiar ha sido distinta a la de la mayoría de las chicas; al estar las dos solas, tu madre te ha tratado como a una igual en vez de como a una niña. Eres obstinada, independiente y estás muy acostumbrada a dirigir las cosas, pero no vas a acompañarnos en nuestra luna de miel
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    Sabía que era una ilusión, algo que tenía que ver con la curva del camino y el ángulo por el que estaban aproximándose, pero ni siquiera el coche parecía moverse. Era como si el edificio estuviera creciendo, estirando sus enormes brazos grises para recogerlos
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    En Blackwood creemos en la intimidad —dijo—. Cada estudiante tiene la llave de su habitación y las animamos a cerrarla cuando no estén dentro. Aquí, Kathryn, es donde harás tu nido
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    Queremos que Black-wood sea algo más que un colegio para nuestras alumnas; queremos que sea una experiencia que las acompañe mucho después de abandonar sus pasillos
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    conversación continuó y Kit se quedó allí sentada, bebiendo su Coca-Cola, tan sólo escuchando a medias. «Mañana —pensó— habrá otras chicas en esta sala». A lo mejor con voces jóvenes sonando por los pasillos, riendo, hablando y viendo aquella televisión enorme, el ambiente de Blackwood sería distinto. Quizá, tal como Dan había sugerido, habría alguien entre las recién llegadas que se convertiría en la misma clase de amiga que Tracy: cercana, sociable y siempre dispuesta a compartir un buen rato
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    En el fondo de su mente quedó una pregunta que no dejaba de acosarla, pero la apartó y se olvidó de ella. De todas formas, en realidad no importaba por qué su dormitorio en Blackwood tenía una cerradura por fuera y no por dentro
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    Ahora mi madre está feliz y yo también lo estaré», se dijo Kit con determinación. Pero no podía olvidar la sensación que tuvo en la entrada, el escalofrío repentino y horrible, como si una nube hubiera pasado por delante del sol
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    No pretendía causarles molestias.
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