En muchas ocasiones, la filosofía ha intentado, con ahínco, conjurar este ominoso origen. El célebre gesto cartesiano de apartamiento de la locura del campo filosófico en sus Meditaciones resulta, sobre este punto, ejemplar (la duda metódica duda de todo salvo de su propio raciocinio). Sin embargo, podría considerarse, al contrario, que el designio ha fracasado y que la naturaleza maníaca de la filosofía es la única que ha reinado siempre en su historia. Con esta premisa, toda filosofía podría definirse como un delirio que busca decir su verdad apropiadamente. El modo lo es todo, pues allí estriba la especificidad del hablar filosófico. Una manía que intenta decirse a sí misma del modo propicio y que se hace eco, en este punto, de la psicopatología de masas del orden de los discursos en el mundo contemporáneo.