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Emma Cline

  • Andrea Zentenocompartió una citahace 2 años
    Dejando que la conversación de ellos dos se fuera desvaneciendo en un ruido sin sentido mientras ella contemplaba la carretera, los huertos pasando, las ramas lanzando destellos con esos lazos plateados que ahuyentaban a los pájaros.
  • Sin Nombrecompartió una citahace 4 meses
    Sólo las chicas pueden prestarse unas a otras verdadera atención, la clase de

    atención que equiparamos con ser amadas. Se fijan en lo que queremos que se fijen.
  • Alocompartió una citahace 2 años
    Gran parte del deseo, a esa edad, era un acto deliberado. Nos empeñábamos en difuminar los bordes toscos y decepcionantes de los chicos para darles la forma de alguien a quien pudiéramos amar.
  • Alocompartió una citahace 2 años
    Más tarde lo vería: lo impersonal y rapaz que era nuestro amor, enviando su señal por todo el universo con la esperanza de encontrar un depositario que diera forma a nuestros deseos.
  • Alocompartió una citahace 2 años
    no creía realmente que la amistad fuese un fin en sí mismo, algo más que esa bruma que servía de fondo al teatrillo de los chicos que te amaban o no te amaban.
  • Alocompartió una citahace 2 años
    Eso era parte de ser chica: conformarse con cualquier respuesta que una obtuviera. Si te enfadabas, estabas loca; si no reaccionabas, eras una zorra. Lo único que podías hacer era sonreír desde la esquina en la que te hubiesen arrinconado.
  • Alocompartió una citahace 2 años
    Yo tenía celos de esa confianza, del hecho de que alguien pudiese coger con unas puntadas las partes vacías de tu vida y hacerte sentir que había una red bajo tus pies, que cada día enlazaba con el siguiente.
  • Alocompartió una citahace 2 años
    Cómo conseguían las drogas empalmar pensamientos simples y banales en forma de frases que parecían cargadas de importancia. Mi defectuoso cerebro adolescente buscaba desesperadamente causalidades, conspiraciones que impregnasen cada palabra, cada gesto, de significado. Quería que Russell fuera un genio.
  • Alocompartió una citahace 2 años
    Para entonces era ya un experto en la tristeza femenina: una caída particular de los hombros, un sarpullido nervioso, una cadencia servil al terminar las frases, las pestañas mojadas de haber llorado. Russell me hizo lo mismo que a aquellas chicas. Pequeñas pruebas, primero. Un roce en la espalda, una presión en la mano. Pequeñas maneras de romper barreras. Y qué rápido se había lanzado y se había bajado los pantalones hasta las rodillas. Una acción, pensé, calibrada para consolar a las chicas jóvenes, que se alegraban de que, al menos, eso no fuera sexo. Que podían dejarse la ropa puesta todo el tiempo, como si no estuviera pasando nada fuera de lo corriente.
  • Alocompartió una citahace 2 años
    a cercanía de Sasha, aunque fuese por un día, obligó a cierta normalidad. El preventivo intrínseco que suponía la presencia de otra persona significaba que no podía permitirme sentimientos animales, no podía dejar mondaduras de naranja en el fregadero. Me vestí justo después del desayuno, en lugar de rondar con la bata todo el día. Me eché rímel de un tubo casi seco. Ésas eran labores humanas consistentes, tareas diarias que alejaban pánicos mayores, pero vivir sola me había hecho perder la costumbre: no me sentía lo bastante importante para que valiera la pena esa clase de esfuerzo.
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