El mismo cybersex, que está considerado una forma de dependencia, con frecuencia se trata mediante la abstinencia voluntaria y la participación en grupos de encuentro, de un modo análogo a lo que hacen los alcohólicos anónimos, con unos efectos que en muchas ocasiones son más contraproducentes que terapéuticos; de hecho, la abstinencia solo aumenta el deseo de lo prohibido. Al mismo tiempo, compartir las propias experiencias o escuchar las ajenas amplifica las fantasías en vez de reducirlas, de manera que refuerza el deseo de realizarlas (Nardone y Cagnoni, 2002; Nardone y Rampin, 2005; Nardone, 2005)