Era posible que, en el pasado, tanto Letty como Marcia hubieran amado y sido amadas, pero ahora el sentimiento que debería haberse canalizado hacia un marido, un amante, un hijo o incluso un nieto no encontraba una salida natural; no compartían su vida con ningún gato ni ningún perro, ni tan siquiera con un pájaro, y ni Edwin ni Norman les habían inspirado amor. Marcia había llegado a tener un gato, pero hacía ya tiempo que el viejo Snowy había muerto, «fallecido» o «pasado a mejor vida», como cada uno prefiera decirlo