el camino, decíamos, no es lineal, sino que tiene idas, vueltas, sacudones que nos devuelven al punto de largada y vericuetos que a los ojos humanos pueden parecer desordenados pero que, si me preguntan a mí, responden al plan de Dios. Y, sobre todo, son la prueba más fehaciente de que estamos vivos, porque el día que dejemos de aprender será el día en que estemos cercanos a la muerte.