No llegaremos a verlos barbados en el cielo,
ni asoleándose con los calvos del infierno,
tal vez en el patio vacío de la escuela al atardecer,
a lo mejor en ronda, o tomados de la mano,
jugando algún juego del que no nos acordamos ni del nombre.
Dale, memoria, vamos a buscarlos por allá, entre las sombras.