Usted no velaba: era.
Lo que pasa y, al mismo tiempo,
permanece, se desplegaba, ubicuo, o uno más bien,
dentro y fuera de usted —en los
relentes de abril, o en un río, que es,
de todo esto, imagen y materia.
Yo lo veo, todavía,
saludándonos, desde la barranca, en Paraná,
engañosamente frágil, más presente
que todo ese ruido
al que ellos llaman, ligeros, el mundo real,
sin saber que usted salvaba,
con una exacta ecuanimidad,
regiones enteras de la ruina.