A la luz de una lámpara yo podía,
en otros tiempos, sobre una hoja blanca,
no el murmullo, pero sí las palabras,
de lo que entreveía, más alto,
lleno de un brillo verde, como en un cielo
veteado de llamas rojas, escribir.
Porque en los años
en que otros
viven la vida de la tierra,
girando en su tranquila dirección,
yo pasaba por días lentos como un meteoro,
la voz a medio erigir, contra natura,
llenando de ecos el aire de una ciudad
extendida a los pies del mundo,
como una criatura en busca de una mano
sobre la que comer, enloquecida, canciones.
A la luz de una lámpara yo podía,
en la noche tranquila, parado
y coronado de estrellas,
levantar la muchedumbre de mi voz,
ríos enteros de un agua sin par, el mismo
niño que ahora ni llora,
que ni duerme,
parado ciego y lleno sin embargo de una luz de tormenta,
con un ramo
de recuerdos insomnes en una mano
culpa miedo deseos deudas viajes muertes vacilaciones
y violencias
en la garganta.