Me parece igual a los dioses
el hombre sentado frente a ti
que muy cerca te escucha
cuando hablas con voz plácida
y ríes, provocando el deseo.
En el pecho, el corazón teme
y aletea: brevemente
te miro, y la voz no me llega,
la lengua, rota, hace silencio,
un fuego suave, súbito, surge
bajo la piel, los ojos no ven,
silbido en los oídos,
sudor me embebe,
temblor me toma
toda, pálida soy
más que hierba,
parezco casi casi
morir
–pero, hay que apostarlo todo, porque
(Traducción de Cristina Pérez Díaz.)