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Carta de Olga Knipper a Antón Chejov (Lee Victoria Roland)

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Olga Knipper fue una destacada actriz en la etapa de oro del teatro en Rusia. Integró la formación inicial del Teatro de Arte de Moscú. Una compañía fundada por Stanislasvki, una de las más importantes del siglo XX, que sentó las bases para la interpretación realista. Knipper protagonizó “La gaviota”, de Antón Chéjov. Al poco tiempo de conocerse, la actriz y el dramaturgo comenzaron un romance. Primero fue en secreto y al tiempo decidieron casarse. El vínculo estuvo marcado por la distancia y por el carteo. Chéjov permanecía retirado en Siberia por cuestiones de salud y ella residía en Moscú, donde construía su carrera artística. En esta carta, la actriz está atormentada por el estreno de “Tío Vannia”, una de las obras de Chéjov que ella protagonizó. Dice que actuó mal. Dice más que eso. “Interpreté con pretensiones, y eso es lo más terrible”, se disculpa. Y le pide al escritor, al menos, unas líneas de consuelo. Lee la actriz Victoria Roland.

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27 DE OCTUBRE 1899

[MOSCÚ]

No debería escribirle hoy, mi querido Antón Pávlovich. Tengo una desidia tal, estoy tan aterrada, que es imposible describirlo.

Ayer interpretamos Tío Vania. La obra tuvo un éxito clamoroso, toda la sala encendida, en ese sentido no hay queja alguna. Pero yo no he logrado pegar ojo en toda la noche y hoy no consigo dejar de llorar. Actué increíblemente mal. ¿Por qué? Son muchos los factores que llego a alcanzar, pero muchas otras cosas se me escapan. En estos momentos mis pensamientos están tan desordenados que apenas podría hablarle de ellos con lucidez. Según cuentan, en el ensayo general actué bien, aunque incluso de eso dudo ahora. En mi opinión se trata de esto, mire: me han forzado a abandonar mi modo de concebir el personaje de Elena, que, tal como parece, no agradaba al director, y eso que yo no la interpreté hasta sus últimas consecuencias. Me lo describieron de manera por completo diferente con la excusa de que era indispensable para la pieza. Yo discutí durante mucho tiempo y estuve en desacuerdo hasta el final. En el ensayo general estuve tranquila, y tal vez por eso actué tranquila y con suavidad. En cambio, en el estreno estuve terriblemente nerviosa, tenía, es evidente, miedo, algo que nunca me había ocurrido anteriormente, y por esa razón me resultó tan difícil interpretar la figura que se me obligaba a interpretar. Si la hubiera interpretado como yo quería, desde luego que la primera representación no me hubiera preocupado en absoluto. Mi gente estaba horrorizada de mi propia actuación, y rápidamente he hablado largo y tendido con Nikolai Nikolaévich. Él ve a Elena de la misma forma que yo al principio, y de verás que le creo. ¡Dios mío, qué triste y feo es todo esto! En mi interior algo se ha partido. Ya no sé a qué aferrarme. Por instantes estoy cerca de golpearme la cabeza contra las paredes, y al momento siguiente me quedo rígida como un tronco. Miedo me da pensar en el porvenir, en los encargos futuros si de nuevo tengo que ponerme bajo el sometimiento del director. ¿Por qué no he sido capaz de defender mi propia opinión? Me tiro de los pelos, ya no sé qué hacer. Ayer no llegué a concluir esta carta, no pude. Hoy me siento ya algo mejor, pero aún así no soy capaz de visitar a nadie y me he quedado en casa. Me gustaría tener noticias de usted. He olido las rosas, he pensado en el sur lleno de ternura, me he sentado en mi rincón predilecto del sofá y he estado leyendo El noventa y tres de Hugo, que encontré por la mesa. Me gusta mucho. (....)

Escríbame al menos unas líneas de consuelo. Le estrecho la mano con fuerza, con muchísima fuerza, y le saludo haciendo una gran reverencia, mi querido escritor. Suya, Olga Knipper



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Editorial
Epistolar
Series
Epistolar
Año de publicación
2020
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