Había resbalado y quedó suspendida
sobre el abismo
con una pierna rota;
cinco días estuvo con una única piedra
como punto de apoyo. Temía
a los buitres que volaban
muy cerca, que le atacasen
los ojos a causa de la quietud, temía
también a los rebecos,
que la piedra temblara
con sus saltos. Veía atardecer
y amanecer, cada vez parecía
la última. Era muy hermoso.